PREMIOS OSCAR 2025

Crítica

Anora: comedia sexual de una noche sin verano (****)

Sean Baker reconfigura el escenario del cine independiente con un canto entusiasta, divertido y doloroso, todo a la vez, al sexo en tiempos obscenos

Anora: comedia sexual de una noche sin verano
Fotograma de la película Anora.Augusta Quirk
Actualizado

Hay historias que se resuelven en la trama, el argumento o incluso la moraleja, e historias que viven únicamente de su voz o, llegado el caso, de la voz de sus personajes. Lo que cuenta no es tanto lo que se cuenta como el cuento mismo. No se trata tanto de un relato, por fuerza acabado y con un final que lo justifica y da sentido, como de una narración que cuando finaliza empieza de nuevo, atravesando todas las noches, en una suerte de relato que se narra a sí mismo. 'Anora' es la historia de una prostituta en Nueva York que un buen día encuentra a su príncipe azul, el heredero de un jerarca ruso que también es su cliente. O eso parece. Anora, si se quiere, es un cuento conocido: 'Cenicienta'. Una borrachera lleva a otra, una fiesta a la siguiente y así hasta una boda de desenfreno en Las Vegas. Luego viene la realidad y con ella, los padres del chaval dispuestos a acabar con el propio cuento. Estamos ante 'Cenicienta', decíamos, pero del revés. En efecto, 'Anora' es simplemente un cuento que desnuda, en sentido literal y figurado, su propia condición de cuento ante los ojos del espectador. 'Anora' no cuenta nada más que la voz que la sostiene en pie.

El director Sean Baker se lamenta siempre que tiene ocasión de nuestro puritanismo casi obsceno con respecto al sexo (al sexo en la pantalla) y nuestra permisividad exactamente igual de obscena con la violencia. Lo dice para exorcizar recriminaciones por películas suyas como 'Tangerine' o 'Red Rocket', las dos sobre el sexo, el mercado y sus trabajadores. Y lo dice para dar sentido a su propia mirada a la vez frontal y desnuda de los cuerpos, pero rigurosamente ética (incluso moral). También dice que es consciente del riesgo que siempre asume en su retrato de la pobreza en películas como 'Starlet' o 'The Florida Project'. Todas, de una forma u otra, se ocupan de esa parte de la realidad que el cine y la propia sociedad esconden. Por pobre. Poetizar la escasez desde el privilegio es, en efecto, inmoral. Por ello quizá su última película, 'Anora', vuelve a hablar de sexo, pero, y ésta es la novedad, desde la mirada de los ricos, de los escandalosamente ricos.

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Y el resultado roza el entusiasmo. Como decíamos, lo que importa ahora no es nada más que unos personajes que se ofrecen en la claridad de cada una de sus aristas, en la dureza de sus caricias, en el divertido cataclismo de unos cuerpos por donde asoman abismos. Es comedia sexual, pero sin verano que la dulcifique. Es tragedia, pero siempre muy cercana a la piel de sus protagonistas, sin solemnidades. Se diría incluso que sus modales de 'slapstick', de comedia física, la acercan a la banalidad, pero una banalidad desesperada. Baker vuelve a demostrar así su pulso para hacer vibrar la pantalla con las vidas por fuerza desordenadas de sus personajes siempre arrojados al límite. Mikey Madison, a la que vimos en 'Scream', se exhibe en una de esas interpretaciones sin red que añaden precipicios al significado de la palabra riesgo. Pero nunca desde la pomposidad de lo inaccesible, sino desde la cotidianidad de lo más a mano, de cada gesto común y compartido.

La estrategia de 'Anora' no es otra que leer del revés los lugares comunes que, a su modo, dibujan la parte más conformista de la mirada. En efecto, no es un cuento de hadas sino su parte de atrás. Y tampoco es una comedia, sino lo que viene después. Lo que queda no solo es brillante, divertido, desconsolado y siempre enérgico, sino también muy triste y muy bello. Todo a la vez. Lo contrario a lo que conocíamos hasta ahora de Sean Baker resulta ser lo más propio de Sean Baker. Lo opuesto a los relatos que conocíamos de siempre con final y moraleja resulta ser un cuento deslumbrante que se cuenta a sí mismo en el momento justo de contarnos.

Dirección: Sean Baker. Intérpretes: Mikey Madison, Mark Eydelshteyn, Yuriy Borisov, Karren Karagulian, Vache Tovmasyan. Duración: 138 minutos. Nacionalidad: Estados Unidos.