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La crisis de pareja cuando llega un bebé: ¿por qué nadie habla de ello?

Muchas relaciones se debilitan tras la llegada del primer hijo, porque aprender a funcionar en la nueva estructura familiar requiere tiempo y mucha comunicación. Normalmente, uno no es el progenitor que esperaba antes de serlo y llevar a cabo este ajuste es crucial

Crisis de pareja cuando llega un bebé
Sara Navas

— ¿Con Borja cómo estás?

— Bueno…

La respuesta que Ana Belén López, valenciana de 30 años con un bebé de nueve meses, da a la psicóloga María Ros en la docuserie Recién nacidos (Mitele, 2024) suele ser la más habitual cuando se le pregunta a una madre primeriza por cómo está su relación de pareja. “Sin embargo, es uno de los secretos mejor guardados. Cada vez se habla más de diferentes maternidades, de partos, de pospartos, de crianzas… pero no de la pareja y de lo que ocurre con ella cuando llega un bebé”, afirma la psicóloga perinatal y terapeuta de pareja Iliana París. “La mayoría de las parejas que encuentro en consulta se han debilitado mucho tras la llegada del primer hijo”, añade.

París explica que los tres primeros años de vida de un niño debilitan el vínculo de la pareja porque se acaban el ocio y el espacio personal, apenas hay tiempo para la comunicación y la privación de sueño convierte a los padres en personas más irascibles: “Todo esto se suma al tema de la corresponsabilidad. Habitualmente las mujeres llevan la carga mental, antes y después de la maternidad, y esto genera mucha fricción. Tanta que en muchas ocasiones afecta al deseo y la atracción. Es difícil que las mujeres quieran compartir intimidad con su pareja cuando cargan con la responsabilidad de llevar a cabo todas las tareas cotidianas”. Para no perder el control de la situación, la psicóloga recomienda trabajar la comunicación y no arrastrar reproches que terminan enquistándose.

Laia Casadevall, matrona, divulgadora y activista, anima a tener siempre presente que la crianza temprana es muy intensa y agotadora, pero son solo tres años. “En una vida entera, tres años no son nada, pasan volando. Si la pareja estaba consolidada antes de tener un hijo y hay amor, todo acaba volviendo a su cauce”, prosigue Casadevall, “el principal error es obcecarse en querer ser los de antes de ser padres, porque eso es imposible”. Pero sí es importante, según informa, saber que llega un momento en que los niños dejan de ser tan dependientes y poco a poco se recupera el espacio personal, además de horas de sueño.

Esta crisis de pareja tras la llegada de un bebé es bastante esperable, según la psicóloga perinatal Diana Crego Cordón: “El cerebro de las madres se va modificando y preparando para la maternidad durante todo el embarazo. Esto es una ventaja para nosotras y una desventaja para la parte no gestante. Es normal que haya un distanciamiento cuando de repente entra una personita en la ecuación y hay una reestructuración y cambio de roles. Requiere tiempo aprender a funcionar en pareja con un hijo y hace falta mucha comunicación”. Cuando llega un bebé, todo se llena de él, ocupa el lugar central y saca todas las diferencias a flote, tal y como explica la psicóloga perinatal Liset Álvarez. “Se trata de un momento de crecimiento como familia en el que cada uno tiene que encontrar su lugar, y esto no suele ser fácil. El padre debe sostener a la díada madre-bebé, pero para que un hombre sostenga debe poder sostenerse a sí mismo. Muchas veces se sienten desubicados porque el recién nacido acapara toda la energía y atención y llegan incluso a rivalizar con el propio bebé o con la madre”, asegura. Casadevall coincide: “Entender que ese hijo que acaba de nacer necesita más a la madre que al padre genera frustración a veces. Pero es que no existe la igualdad en la crianza inicial. La maternidad atraviesa a las mujeres. Por eso es tan importante comunicarse, saber que es normal y tener paciencia. Cuanto más tiempo pasan los hombres con sus bebés, más vínculo generan y más cambios irán experimentando”.

Uno de los problemas con las mujeres es que la sociedad las empuja a ser las de antes nada más dar a luz.

Crego reconoce que normalmente uno no es la madre o el padre que esperaba antes de tener hijos, y llevar a cabo este ajuste de expectativas es crucial. María López, madrileña de 36 años, confiesa que antes de que naciera su hija pensaba que no renunciaría a salir a cenar con sus amigos, que dejaría a su futuro bebé con sus abuelos para ir a conciertos con su pareja, como hacían antes, e incluso que viajarían solos. “Pero la realidad es que cuando la tuve nada de eso me apetecía. Ahora ha cumplido un año y medio y aún no la he dejado con nadie. No quiero hacer nada sin ella y siento mucha presión a nivel familiar y social”, comenta.

“Mi pareja me recuerda muchas veces todo lo que yo decía que haría cuando fuera madre”, prosigue López, “porque no entiende que ahora haga lo contrario y nos compara con amigos que sí que dejan a sus hijos para hacer planes solos”. Sin embargo, tal y como argumenta Casadevall, no ser los padres que pensábamos que íbamos a ser es algo muy habitual: “Es muy fácil hablar y opinar desde fuera, cuando no estás inmerso en la crianza. Cuando no somos padres, somos los mejores padres. Pero luego llega el momento de la verdad y lo peor que podemos hacer es compararnos”. La experta recomienda escucharse más y no exigirse. “Aunque ahora parezca muy lejano, ya llegará el momento en que te apetezca dejar a tus críos. El problema es que la sociedad nos empuja a ser las de antes nada más dar a luz. Se espera de nosotras que produzcamos como siempre y que nos separamos de nuestra cría lo antes posible”, critica.

Paola Roig, psicóloga perinatal y cocreadora del podcast La vida secreta de las madres, explica que con la llegada del primer hijo “nos conocemos como madre o padre, pero también descubrimos a la otra parte como padre o madre y no siempre nos gusta lo que encontramos”. “Cuando tenemos un niño nos enfrentamos a las expectativas que teníamos sobre cómo seríamos como progenitores. Empieza la tarea de redescubrirnos, de modificar lo que ya no sirve y de crear nuevas estructuras que puedan sostenernos en este momento vital. Esto se traduce en volver a hacer el ejercicio de ver al otro por completo, sin idealizaciones, y a la vez llegar a nuevos pactos de pareja que nos sirvan ahora”, matiza. “El nacimiento de un bebé crea una familia, dejando a la familia de origen en un segundo plano, y es clave para redefinir posiciones, poner nuevos límites y dar el paso como cabezas de familia independientes”, agrega.

Verbalizar que este bache en la relación sentimental es algo muy común, y pasajero, es muy necesario. Porque, como dice otra mamá en Recién nacidos, Isita Díaz, conocida por sus vídeos de humor en Instagram, “lo único que venden las redes y la televisión son familias felices sin problemas… y llega un momento en que te sientes un bicho raro y piensas ‘lo mío es una mierda, ¿por qué la gente es tan feliz y yo tengo estos problemas?”. A lo que su terapeuta, la sexóloga Nayara Malnero, responde: “Es una realidad evidente que todo el mundo se esfuerza en tapar”.

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Sobre la firma

Sara Navas
Redactora de ICON desde 2016, año en que llegó a EL PAÍS. Es licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense de Madrid y ha escrito el libro ‘La monarquía al desnudo. Del rey que nació en un retrete al soberano playboy’.
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