“Bubka no salta. Vuela. Todos los demás saltamos, pero si quieres competir con él tienes que estar preparado para volar”. Con esta frase, el pertiguista bielorruso Dmitriy Markov definió como nadie a Sergei Bubka. El personaje que nos ocupa batió 35 veces entre 1984 y 1992 el récord del mundo, tratándose en casi todas las ocasiones de su propia marca; en 1994 lo estableció en 6,14 metros al aire libre y 6,15 metros en pista cubierta. Casi veinte años después, ambas marcas siguen imbatidas.
Es difícil encontrar en la historia del atletismo un hombre que haya sido tan superior a sus rivales. Ellos fueron saltadores, buenos pertiguistas e incluso atletas de élite. Sergei Bubka fue un 'sputnik', impulsado por un motor desconocido cuyos planos pertenecen al secreto de sumario y que se destruyeron en Donetsk el día de su nacimiento, el 4 de diciembre de 1963. El mejor saltador de todos los tiempos comenzó a empuñar pértigas a la temprana edad de once años. Previamente, sus inicios en el atletismo habían sido en los 100 metros y el salto de longitud, disciplinas en las que la velocidad era absolutamente primordial. Esa velocidad fue, sin duda, una de las claves de su exitosa carrera como pertiguista.
Su progresión fue muy rápida gracias a los grandes conocimientos de su entrenador Vitaly Petrov y a los dieciséis años ya era capaz de superar los cinco metros. Que Bubka llegase a ser una leyenda tiene mucho que ver con su asociación con Petrov. Se juntaron el talento y unas condiciones físicas extraordinarias con un 'orfebre' de la pértiga. Petrov fue moldeando el cuerpo y la técnica con la exquisitez y minuciosidad de quién está ante su obra maestra "Tuve mucha suerte de haber conocido a Petrov porque él iba a ser la mayor influencia en mi vida como atleta" manifesto Bubka en una ocasión."Así, por ejemplo, yo no hice ningún entrenamiento con pesas en absoluto hasta que tuve 16 años: sólo ejercicios con mi cuerpo. Cada ejercicio fue diseñado para hacerme más fuerte, pero poco a poco, sin poner mucho estrés en las articulaciones y los músculos cuando yo estaba creciendo". Un año después, en 1981, se clasificó sólo en séptima posición en el Campeonato de Europa Junior. Un puesto muy flojo para un pertiguista de la mejor escuela del mundo.

En 1983 comienza a interesar vivamente a los técnicos. Con sólo diecinueve años es capaz de elevarse por encima de 5,72 metros. En el campeonato de la URSS se clasifica octavo, pero Igor Ter-Ovanessian, 'enamorado' del ucraniano, le incluye en la selección que habrá de competir en el primer Campeonato Mundial de Atletismo, a celebrar en el mítico estadio olímpico de Helsinki. Allí salta la sorpresa, porque Sergei vence con 5,70, terminando la prueba a la altura en que, curiosamente, suele comenzar.
La victoria en Helsinki fue su salto a la fama, y aunque muchos pensaron que el triunfo de Sergei era flor de un día, el ucraniano demostró año tras año, competición tras competición, que era uno de los más consistentes campeones de atletismo considerando todas las pruebas. Se mantendría invicto en la alta competición desde ese momento hasta el Europeo de Split en 1990, en el que fue derrotado por culpa de una lesión.
El gran secreto de Bubka fue su estilo. El estilo Petrov-Bubka que consistía en alcanzar una gran velocidad antes de atacar el salto, previo retroceso de 22 zancadas para tomar distancia, e imprimir una gran fuerza en los brazos que permitiesen la torsión de la pértiga para alcanzar el máximo empuje de la misma. Con 1,85 metros de altura, 80 kilos de peso, mucha velocidad y una gran fuerza en su tren superior, Bubka basó su éxito en su capacidad para doblar las pértigas más duras, creadas expresamente para él por la empresa Sky Pole con fibra de vidrio y grafito, y que solo él era capaz de hacerlas torsionar. Esas pértigas le catapultaron literalmente hacia todos los récords del mundo que se propuso entre 1984 y 1994

En cuanto a títulos, Sergei los coleccionó todos. Los Juegos Olímpicos en Seúl-1988, los campeonatos del mundo los ganó todos: en Helsinki-83, Roma-87, Tokio-91, Stuttgart-93, Goteborg-95 y Atenas-97 siendo todavía el vencedor más joven, por aquella primera medalla conseguida en tierras finlandesas. Fue campeón europeo en Stuttgart-86, bajo el diluvio que a punto estuvo de dejarle fuera de combate, porque precisamente comenzó a saltar cuando más arreciaba la lluvia.
Sin duda, Sergei Bubka fue y será el mejor pertiguista de la historia, pero como todo humano, también sufrió el sabor amargo de la derrota. En los Europeos de Split, no repuesto de una grave lesión, tuvo problemas en la calificación: necesitó tres intentos para sobrepasar los 5,50 metros, primera altura con la que se enfrentó. Luego, en la final, comenzó con sus clásicos 5,70 y también los sobrepasó a la primera, para caer luego en diez centímetros más. El vencedor fue Gataullin y Bubka quedó sexto, un puesto detrás de Javier García Chico.

Aunque sus más sonadas derrotas las encontramos en los Juegos Olímpicos. La maldición comenzó en Barcelona-92 donde tres nulos en la altura inicial le privaron del podio. En Atlanta-96 una lesión en su tendón de Aquiles le impidió siquiera competir. Algunos piensan que el número de récords acaparados por Bubka, superados centímetro a centímetro, obedecían a un interés económico por parte del atleta que veía compensaciones económicas por parte de sus patrocinadores e instituciones, a lo que él mismo contestó en alguna ocasión "Se olvidan que yo me crié en una sociedad socialista: no había dinero, en ese caso. Recuerden, yo ya había establecido nueve récords mundiales al aire libre antes de la caída del Muro de Berlín en 1989".
Sergei Bubka tocó el cielo con una pértiga. Un auténtico fuera de serie, que ahora va a luchar por presidir el Comité Olímpico Internacional. El próximo septiembre sabremos si sucede al belga Jacques Rogge al frente del deporte mundial.

PALMARÉS SERGEI BUBKA