Ir al contenido
_
_
_
_

La lección de la sopa radiactiva

La radiactividad no solo sirve para crear bombas o para generar energía. También se puede usar para conocer nuestro pasado

Radiactividad

Cuando hablamos de aplicaciones de la energía nuclear todos pensamos primero en bombas y, después, en centrales nucleares, lo cual indefectiblemente nos sugiere Chernóbil o Fukushima. Tampoco nos son tan desconocidas las aplicaciones médicas. Existe medicina nuclear como tratamiento contra algunos tipos de cáncer, o diferentes herramientas diagnósticas como el PET (tomografía de emisión de positrones) o la gammagrafía que se sirven de diferentes compuestos radiactivos como forma de ver si tenemos algún tumor o algún tipo de problema óseo.

La realidad es que hay muchísimas aplicaciones derivadas de la energía nuclear o de la radiactividad más allá de la guerra, la producción de energía en centrales nucleares o la medicina. La radiactividad es el proceso por el que un núcleo atómico inestable desprende energía en su proceso de buscar la estabilidad. Esta particularidad es muy útil, ya que la energía es muy fácil de detectar, y como depende de que un átomo sea inestable, podemos marcar determinadas moléculas concretas cambiando su composición por un átomo radiactivo y así tenemos las moléculas marcadas radiactivamente o molécula con radioisótopos, que han hecho avanzar la ciencia en diferentes campos.

El primero que se dio cuenta de esta utilidad fue el químico húngaro George de Hevesy para resolver un problema doméstico. En 1911 se encontraba haciendo una estancia de investigación de la Universidad de Mánchester, concretamente en el laboratorio de Ernest Rutherford, uno de los descubridores del actual modelo atómico. Durante su estancia se alojaba en una casa de huéspedes, en régimen de media pensión, y un menú que invariablemente era el mismo todos los días. Esto provocó sus quejas, ya que acusó a la patrona de que la falta de variedad se debía a que reciclaba las sobras del día anterior. La patrona por supuesto negó la acusación. Unos años antes su supervisor en la Universidad de Mánchester, en colaboración con Hans Geiger, había desarrollado un aparato que permitía detectar la presencia de radiactividad, precursor de los actuales contadores Geiger. George decidió utilizarlo para demostrar la estafa a la que estaba siendo sometido. Añadió una pequeña cantidad de una sustancia radiactiva en la sopa. Al día siguiente, con un aparato de su laboratorio detectó radiactividad en la sopa, por lo tanto la casera no había tirado los restos de la sopa sino que la había reciclado ya que quedaban restos de la radiactividad añadida en la sopa el día anterior. Con eso no solo descubrió el fraude, sino también el uso de los trazadores radiactivos, descubrimiento por el que fue galardonado con el Premio Nobel en 1943.

Hoy en día utilizamos radiactividad para muchas aplicaciones industriales. Por ejemplo, los localizadores para saber si una cuba de metal fundido ya está llena en unos altos hornos se basan en un material radiactivo y un detector. El metal líquido bloquea la radiactividad y esto, igual que una célula fotoeléctrica abre una puerta cuando detecta que alguien interrumpe el rayo de luz, sirve para evitar que el metal rebose y se produzca algún accidente. Para la protección del medio ambiente también se puede utilizar la radiactividad, por ejemplo, para trazar el recorrido de corrientes subterráneas o de difícil acceso. Utilizar trazadores radiactivos permite describir el recorrido de la corriente y hacer mapas subterráneos sin necesidad de explorarlos en detalle.

Y la radiactividad también sirve en ciencias sociales como la historia. En el aire que respiramos hay una pequeña proporción de carbono 14, que es radiactivo. Cuando estamos vivos y comemos, o las plantas hacen la fotosíntesis, se incorpora ese carbono en la misma proporción en la que está en la atmósfera. Cuando morimos o cortamos un árbol, deja de absorberse el carbono radiactivo y poco a poco se va desintegrando. Simplemente midiéndolo con la prueba del carbono 14 podemos ver de qué época es un resto. Por lo tanto la radiactividad no solo sirve para la guerra, la energía… o la medicina. También nos ayuda a conocer nuestra historia, o si un restaurante sirve sobras.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
_
_