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Oriente Próximo

"Seguiremos presionando para recuperar hasta el último centímetro de tierra libanesa ocupado por Israel"

Segundo día de movilizaciones populares de libaneses que intentan regresar al sur del país, pese a que Tel Aviv, Washington y Beirut pactan una extensión de la permanencia de las tropas israelíes que ocupan la zona fronteriza hasta el día 18

Decenas de personas se reúnen en torno a un vehículo de la Finul después de que se les impidiera regresar a Meiss al-Jabal, en el sur del Líbano.
Decenas de personas se reúnen en torno a un vehículo de la Finul después de que se les impidiera regresar a Meiss al-Jabal, en el sur del Líbano.WAEL HAMZEHEFE
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Cientos de personas como Laila Hassan se concentraron en la carretera que conduce a Aitaroun desde primera hora de la mañana. La libanesa de 60 años mostraba con orgullo los retratos de los últimos cuatro muertos de su familia. Su hijo, su hermano, su nieto y su cuñado. "Uno sigue desaparecido desde hace cuatro meses", precisó mientras esperaba a que se iniciara la marcha. "De los otros sólo encontramos pedazos", añadió.

La historia de la familia Hassan resume la atribulada existencia del sur del Líbano, donde la guerra acompaña desde hace décadas a todas sus generaciones. Laila ya perdió a otros cinco hermanos en el conflicto con Israel de 2006 y a sus dos progenitores en 1989. "Murieron quemados cuando incendiaron nuestra casa", apunta.

Para Leila, sin embargo, y para la mayoría de los libaneses presentes en los aledaños de Aitaroun, la devastación que se apreciaba en el entorno o la misma criba que ha sufrido su clan es un precio que están dispuestos a asumir en su interminable confrontación con el ejército de Tel Aviv.

"Mi hija ya está embarazada y ese será nuestro próximo mártir", afirmó con una enorme sonrisa.

Inspirados por la misma convicción de la libanesa, miles de civiles volvieron a marchar durante kilómetros por segundo día hacia localidades sureñas como Aitaroun, Kfar Kila, Maroun al Ras, Blida o Adaisah -que siguen ocupadas por los soldados israelíes- hasta verse frenados en la mayoría de las ocasiones por los disparos de esos militares.

Alentadas por los llamamientos realizados por Hizbulá, las movilizaciones populares se repitieron pese al nuevo acuerdo forzado por EEUU, que el domingo por la noche anunció de forma unilateral que el alto el fuego que expiraba esa jornada -y que obligada a Israel a abandonar todo el territorio libanés- se prorrogará hasta el 18 de febrero.

Poco después, el Gobierno del primer ministro interior del Líbano, Najib Mikati, dijo que aceptaba la propuesta y añadió que el nuevo acuerdo incluye el inicio de discusiones en torno a la suerte de los combatientes de Hizbulá en manos del ejército israelí. Fuentes de la agrupación libanesa indicaron al diario L'Orient Le Jour que Israel capturó al menos a siete paramilitares durante la última contienda.

Según los medios libaneses, la represión de las marchas por parte del ejército israelí se cobró otras dos víctimas mortales este lunes, lo que hizo ascender la trágica contabilidad desde el pasado domingo a 26 muertos y más de 100 heridos. Los uniformados de Tel Aviv aceptaron sin embargo retirarse de dos aldeas sureñas.

La acumulación de personas que se reunieron en las inmediaciones de Aitaroun era similar a la que se registraba a poca distancia, en la travesía que lleva hasta el pueblo de Maroun al Ras. Allí, los soldados israelíes se apostaban detrás de un túmulo de tierra y de un árbol tirado en la carretera. "Ahí arriba hay un francotirador", explicaban los chavales. Los disparos esporádicos fueron una constante durante horas. En su mayoría, tiros al aire o destinados a atemorizar a los concentrados.

La amplia mayoría de los asistentes dejó clara su adscripción ideológica: o eran seguidores de Hizbulá o del segundo grupo paramilitar chií del país, Amal. Linda Mansour, de 55 años, también había acudido con fotos de sus deudos, integrantes del grupo armado. Era la segunda jornada en la que acudía a las movilizaciones de Maroun al Ras y Aitaroun.

"Seguiremos presionando para recuperar hasta el último centímetro de tierra libanesa ocupado por Israel", aseveró.

La publicación libanesa Al Modon opinó en un análisis que las llamadas de la agrupación chií a sus partidarios para instarlos a participar en estas marchas forman parte de una nueva estrategia política de Hizbulá destinada a "confirmar su capacidad de movilización" y mitigar la imagen de debilidad que arrastra tras los significativos golpes que recibió durante la reciente guerra, donde perdió a la mayoría de sus líderes y miles de milicianos.

Quizás por eso mismo, los asistentes no cesaban de corear el nuevo eslogan que defiende Hizbulá: "El ejército, el pueblo y la resistencia [sus milicianos]". Un mensaje que persigue vincular su fuerza militar a la de las fuerzas armadas libanesas.

De hecho, durante estas dos jornadas, la mayoría de las manifestaciones se vieron acotadas por vehículos blindados del ejército como los que escoltaban a los presentes en Aitaroun. Aquí la comitiva también iba precedida por excavadoras que fueron eliminando una tras otra las barreras de tierra instaladas por los israelíes.

Los uniformados libaneses iban seguidos de una comitiva cuando menos singular: había desde niños de pocos años a ancianas, impedidos que andaban a duras penas con muletas, familias enteras o simples curiosos que acudían para hacerse un selfie.

Las más combativas eran precisamente las féminas, que fueron las que decidieron asumir el liderazgo del grupo, convenciéndoles de que siguieran caminando hacia Aitaroun, tras horas de espera en las que los militares libaneses no consiguieron permiso israelí para entrar en la localidad.

"Dejad que las mujeres marchen las primeras", gritaba una de las señoras, vestida de luto riguroso.

"¡No podéis pasar! ¡Os van a disparar! ¡Ya hemos pagado un alto precio!", les intentó convencer el oficial a cargo del operativo.

El mismo teniente enseñó unas estremecedoras fotos de los cuatro muertos que dijo que "tuvo que rescatar" el domingo en la misma carretera de camino a Aitaroun. Una de ellas dejaba ver un cadáver sin cabeza. "Los israelíes le dispararon con una ametralladora pesada. Esas balas te hacen explotar la cabeza", manifestó.

Metro a metro, los manifestantes siguieron avanzando hasta superar la entrada de la ciudad, pero finalmente se vieron frenados por un blindado israelí que disparó varias ráfagas dejando claro que la progresión de los civiles tenía que concluir.

De regreso a la cercana ciudad de Beint Jbeil, Mohamed Sleiman, director del principal hospital de ese urbe, confirmó el triste balance de estas últimas dos fechas. Más decesos que sumar al brutal legado de la guerra. "Aquí en Beint Jbeil murieron 500 personas entre civiles y combatientes durante la guerra", admitió.

Cuando se le inquirió si la destrucción y las muertes valieron la pena, su respuesta fue tan fulgurante como la de Leila Hassan: "Por supuesto. La libertad suele ser muy cara. Los argelinos vieron morir a un millón. Tuvimos muchas pérdidas en la guerra, pero ahora es nuestro pueblo desarmado el que está liberando nuestra tierra y eso es una victoria absoluta".