Si llego entre los últimos corredores no pasa nada, de lo que se trata es de llegar”, afirma con sencillez Mary Palmer (Saqués, 1945). Cuerpo delgado y fibroso, corte de pelo a lo garçon , mallas negras cortas, camiseta sin mangas y gorro para taparse la cabeza. Cruzar la meta después de recorrer 42, 195 km en un maratón, meses antes de cumplir los 80 años de edad, recoloca la idea social sobre la longevidad.
Son las primeras luces de lo que tiene que venir, personas con edades cronológicas avanzadas con un estado saludable. Tal y como los define el geriatra Marco Inzitari, son los “campeones del envejecimiento” que enseñan a las personas que ahora tienen cincuenta, sesenta o setenta años un camino. “Cada vez hay más”. Combinan buenos genes (aunque un estudio reciente demuestra que su peso en la longevidad es relativo) y buen estilo de vida. Según el director de atención integral del Parc Sanitari Pere Virgili influye: ejercicio, descanso, nutrición, no hábitos tóxicos, relaciones sociales, seguridad financiera y –destacado– un propósito vital. También que no duelan las rodillas.
Una vejez extraordinaria
Octogenarias que llevan al límite su condición física
No todas las personas se hacen mayores de la misma manera, pero aspirar a llegar a una edad avanzada con la energía de nuestras protagonistas de hoy da esperanzas. Mary Palmer está a punto de cumplir 80 años y correrá el maratón. Otra octogenaria de la que también hablamos en la web, Bàrbara Martínez, de 89, da clases de gimnasia a personas mayores. Ambos son dos casos extraordinarios de los beneficios del ejercicio físico.
Los ejemplos sobre deporte y vejez suelen estar copados por hombres, pero estas dos ciudadanas de Barcelona demuestran, ahora que se acerca el 8-M, que ni la edad ni el sexo son impedimentos cuando la salud lo permite y hay una voluntad de hierro. El geriatra Marco Inzitari explica que estas mujeres son luces que nos iluminan el futuro. Extraordinarias, sin duda. “Pero cada vez habrá más porque estamos asentando los hábitos saludables que, junto a la medicina, nos llevarán a vivir mejor más tiempo”.
Mary Palmer (Saqués, 1945), separada hace 45 años de su marido escocés, un hijo, jubilada como profesora del Oak House School de Barcelona. Pero no de la vida. Cuando se retiró, en el 2010, cumplió dos sueños que, casualmente, han convergido, años después, en el maratón de Barcelona que correrá el próximo 16 de marzo.

Cada día corre por el parque
El primero fue hacer el camino de Santiago. Caminar, como siempre le ha gustado hacer (durante la pandemia se escapaba de su casa del Putxet para llegar a Sant Cugat por el parque de Collserola). Un mes después de su peregrinación cumplió el segundo: viajar a Nepal. Una amiga suya, algo mayor (5 hijos, dos vueltas al mundo) le dijo que en el país que aloja la montaña más alta del mundo habita también la población más acogedora. “Me fui cinco semanas y quedé fascinada. Desde entonces, he vuelto cada año y me quedo dos o tres meses”. Al volver, fundó la asociación benéfica Shamrock que recauda fondos para financiar la escuela nepalí, un internado gratuito para niños de 10 a 16 años de pequeñas aldeas agrícolas.
Cada año les muestra quién era Gaudí, Picasso o Dalí. También Kandinski, Van Gogh o Anna Frank que bien le valen viajes a París o Ámsterdam para preparar materiales. Lleva los guiones de las obras de teatro que representan los alumnos del colegio barcelonés en el que trabajó y al que está muy vinculada. Profesores y familias, le ayudan para su proyecto. “Si vieras los niños, son inteligentes y con hambre de aprender”.

Tres momentos de su entrenamiento
Empezó a correr en 2023. Una compañera del coro Free Choir en el que canta gospel le animó a participar en la carrera de El Corte Inglés. “10 kilómetros es muy fácil”. En el 2024 ya pensó en correr una media maratón. A los 21 kilómetros le tentó continuar. “A ratos caminando”, reconoce. Topó con el muro y lo sobrepuso con geles, que nunca antes había probado. Su marca son 5 horas y media.
¡Gasto mucha energía, pero es que la tengo!”
Se levanta a las 6.30 de la mañana. “Doy diez vuelta de 1 kilómetro al parque Putxet subiendo escaleras”. O baja a la playa. Corre 5 kilómetros por la arena. Nada 45 minutos. Y vuelve a correr la distancia anterior. Va a yoga una vez a la semana.“Gasto mucha energía, pero ¡es que la tengo!”.
Su comida es frugal. Dos veces al día. Avena, frutos secos, fruta fresca, leche vegetal y cúrcuma. Zumo de limón y miel. También pan con algún vegetal, como espinacas o pepino, humus y algún pescado. Siempre huevo duro.

Barcelona a sus pies
Este año se ha vuelto a registrar en el maratón con el propósito de recaudar dinero (“Never give up”) para atender a 7 alumnos de familias muy pobres que no pueden pagar su escolarización (el colegio al que ayudaba ha cerrado). Los conoce a todos. Dice que estudian mucho. Les queda uno o dos cursos antes de ir a la universidad. Pueden, según su opinión, ser médicos, abogados, ingenieros. “Si no tienen fondos tendrán que volver a sus aldeas y es injusto”. Por eso correrá con la camiseta “Shamrock 7” confiando que anónimos donantes contribuyan a su gofundme (Zürich Marató Barcelona 2025 Fundraiser for Shamrock 7).
En el parque la gente le anima a su paso “bravo, atleta”. Los paseantes de perros ya la conocen, como Sandra, Quim o Enrique, el autor de las magníficas fotos que ilustran este reportaje, y le ayudan con sus contactos a su nuevo propósito. “Es una crack”, sonríen admirados al verla alejarse.